Soplo de aire fresco y retozón, capaz de avivar conciencias, de aliviarnos de “cosas calientes” y “altas presiones” es Viento Jíbaro. VJ recoge la herencia cimarrona y la mística aborigen, dispersas en kilobytes de memoria olvidados por la gente y ocultados por los poderosos…VJ gusta de la información, de la palabra que no es de nadie y es de todos, pues su fluir sin trabas es vital en la hora actual de Cuba y el mundo… pues sólo los interesados en dividir pueblos y perpetuar sus dominaciones temen al verbo libre y no pensamos dejarles corromper, con su monopolio, la voz plural y amorosa de los pueblos.

viernes, 13 de agosto de 2010

Michael Albert: perspectiva de la economía participativa.

Noam Chomsky y Michael Albert.



Uno de los temas más importantes en la actualidad cubana es el de la participación de la gente, del pueblo, en el proceso de transformaciones que Cuba necesita. Quiénes participan de las decisiones y hacia qué modelo estas se dirigen es una pregunta apremiante que de varias maneras sigue hoy sin respuesta. No obstante, la tarea impostergable de construir una Cuba a la altura de los más nobles ideales de la conciencia humana y la justicia social sigue en pie para muchos. Por ello continuamos con la labor y la búsqueda, y en esta ocasión nos acercaremos al pensar de Michael Albert, para tomarle el pulso a ciertas ideas del entorno mundial y explorar críticamente posibilidades que nos pueden ser útiles.
A continuación presentamos en dos partes una interesante entrevista del 2003 transcrita a partir de un video.



Primera parte

Me llamo Michael Albert. Vivo en los Estados Unidos y trabajo como editor para las revistas Z Magazine y Znet, un sitio Web en línea. Además, soy coautor de libros y abogado defensor de una cierta visión económica, la economía participativa.
La economía participativa es una alternativa al capitalismo. La interrogante "¿Qué queremos?" suele plantearse con frecuencia a los activistas. En el ámbito económico, este tipo de economía podría considerarse una posible respuesta. Se cimenta sobre unos valores e instituciones clave. Estos valores son la equidad, la solidaridad, la diversidad y la autogestión. La idea de equidad consiste en analizar lo que debemos obtener en relación al esfuerzo que realizamos por nuestro trabajo. Lo habitual sería percibir una remuneración que fuera acorde al esfuerzo y sacrificio realizados y no a la propiedad o al poder que tengamos. La solidaridad es una noción muy básica que se preocupa por el bienestar de los demás, en lugar de obstaculizar su desarrollo. Cuanto mayor sea el grado de solidaridad, más óptimo será nuestro bienestar. La diversidad denota precisamente lo que la misma palabra expresa, un abanico de opciones. Disponer de un amplio abanico de opciones resulta mucho más acertado que homogeneizar y reducir esta gama de opciones que se encuentra a nuestro alcance. La autogestión está íntimamente relacionada con el control que ejercemos sobre nuestras vidas. La autogestión encarna una opinión propia en lo que respecta a las decisiones que uno toma en relación al grado en que uno se ve afectado. Podemos estar o no de acuerdo con todos estos valores; particularmente, yo abogo por ellos. El desarrollo de una visión económica consiste esencialmente en entender las instituciones para, de este modo, obtener una producción, un consumo, una distribución y unas funciones económicas derivadas de esos valores que permitan una propuesta de los mismos en lugar de su aniquilación. Las clases de instituciones que presento atendiendo a ese fin, son los consejos de trabajadores y consumidores, unos vehículos democráticos directos que permiten a los trabajadores y consumidores el desarrollo, organización y manifestación de sus preferencias, una especie de "complejos de trabajo equilibrados". El objetivo consiste en superar la tan conocida división del trabajo. En lugar de que sean sólo un tipo de personas (aproximadamente el 20 por ciento), las que desempeñen las tareas de mayor responsabilidad y poder, y otro grupo de personas (aproximadamente el 80 por ciento), las que realicen las tareas más tediosas y rutinarias, nosotros dividimos las tareas y responsabilidades laborales de forma que todos desempeñemos tanto trabajos de responsabilidad como trabajos rutinarios y tediosos. Como resultado, nuestro sistema abole esa división entre el 20 y el 80 por ciento, una división de clases, donde el primer grupo sería la "clase coordinadora" y el segundo, la clase trabajadora. Esto se consigue gracias a un "complejo de trabajo equilibrado". Este complejo dispone de un esquema de remuneración en función del esfuerzo y sacrificio realizados, que permite determinar la renta de todo el mundo. Por último, es necesario analizar el problema de la distribución económica. ¿Cómo se decide qué cantidad se debe producir? ¿Quién debe decidirlo? ¿Dónde se decide? ¿A dónde se dirigen todas estas entradas? ¿Qué consecuencias generales tiene para la economía? El procedimiento que existe en la actualidad en los Estados Unidos es el sistema de mercados. El procedimiento que solía existir no hace mucho tiempo en la Unión Soviética se denominaba planificación central. La economía participativa rechaza tanto el sistema de mercados como la planificación central y propone en cambio una "planificación participativa". En esta planificación, los elementos clave son los consejos de trabajadores y consumidores, la toma de decisión autogestionada, la remuneración acorde al esfuerzo y sacrificio realizados, los complejos de trabajo equilibrados y la "planificación participativa", que constituye una alternativa tanto para el capitalismo como para las formas de socialismo previas, que en realidad encomendaban la máxima responsabilidad a aquellos grupos que tenían el monopolio sobre el trabajo dominante.

En cualquier economía de cualquier época, la gente desempeña sus actividades económicas, su trabajo. Ese trabajo genera un resultado, al que denominaremos pastel o producto social. Por consiguiente, la pregunta en este caso sería conocer el porcentaje que obtendríamos cada uno de nosotros de ese producto. A esto es a lo que denominamos remuneración. ¿Qué principios deberían establecerse en la economía para determinar el porcentaje que obtendríamos a cambio del trabajo que realizáramos? En algunas economías, uno de los principios a seguir sería la obtención de una remuneración en función de la propiedad y de los productos que se obtengan de la misma, lo que denominamos beneficio. Yo soy particularmente contrario a esa idea. No creo, por tanto, que Bill Gates, por el hecho de tener en su poder la escritura de Microsoft, fuera más valioso que toda la población de Guatemala, o que su valor fuera equivalente al de la población de Noruega. En lo que a mí respecta, esto no tendría ningún sentido. Dado que este tipo de sistema no nos beneficiaría en absoluto en un sentido económico y nos llevaría a todo tipo de injusticias y horrores, lo rechazo por completo. Otra noción que comparte la Harvard Business School, consiste en obtener una remuneración por aquello que podemos conseguir. Éste es un enfoque relativamente impreciso en lo que respecta a la distribución económica, ya que siempre intentamos negociar y utilizar nuestra influencia para conseguir más. Por tanto, otro principio sería el de obtener una remuneración en función de la influencia que ejerciéramos. Obviamente, no estoy de acuerdo ni con el sistema utilizado por Al Capone ni con el que emplea la Harvard Business School, ya que no creo que ninguno de ellos sea el más acertado, tanto económica como moralmente.

El tercer principio, que defienden fervientemente algunos sujetos, sería obtener una remuneración a cambio de los beneficios obtenidos por el trabajo desempeñado. Según parece, esta alternativa podría ser un poco más deseable. Si realizo un trabajo y ese trabajo incrementa el tamaño del producto social o el tamaño del pastel, ¿no debería obtener la misma cantidad a cambio? Después de todo, si recibo una cantidad superior, estaría beneficiándome del producto que alguien más hubiera generado. Y si recibo una cantidad inferior, estaría percibiendo menos de lo que yo habría aportado y no sería justo. Por consiguiente, mucha gente aboga en realidad por este tercer principio.

Por supuesto, si nos basáramos en este principio, sería lógico pensar, por ejemplo, que Michael Jordan, una figura reconocida a escala internacional, cuando ganaba con los Chicago Bulls el campeonato anual de la NBA, debería obtener una remuneración anual de millones de dólares por el trabajo que realizaba jugando al baloncesto. ¿Por qué? Porque ése es el valor que se le había concedido. La sociedad le ha otorgado ese enorme valor. El objetivo de la sociedad era poder contemplar el partido y disfrutar de él. La cuestión de que esto sea o no razonable, algo con lo que estoy de acuerdo dada mi afición a los partidos, es completamente irrelevante. El objetivo se cumplió y, por tanto, la sociedad valora el trabajo que Michael Jordan ha producido. Atendiendo a este principio, ¿deberían los individuos ser remunerados por la suerte que corrieran en la lotería genética? Michael Jordan nació con determinadas capacidades que yo no tengo. Aunque me entrenara a partir de ahora y hasta el año 4042, nunca podría jugar al baloncesto como lo hace Michael Jordan, ni podría componer como Mozart. Michael puede considerarse un ser afortunado ya que ha nacido con determinados talentos y atributos que el resto de los mortales admira, disfruta y de los que se beneficia. Sin embargo, la sociedad ante esto actúa justamente al contrario, al recompensar sus talentos con grandes sumas de dinero. Esta forma de actuar me parece completamente errónea. No veo por qué debemos ser remunerados por la suerte que tengamos en la lotería genética.

Tampoco creo que debamos disfrutar de una mayor remuneración por el hecho de que tengamos mejores herramientas que los demás. Si salgo al campo y corto caña de azúcar y otra persona hace exactamente lo mismo, ¿el hecho de que disponga de un mejor cuchillo implicaría que la cantidad de caña de azúcar que obtuviera debería ser superior a la de la otra persona? Si tuviera todo tipo de herramientas, ¿debería obtener más? Si soy más grande y más fuerte que otro, ¿debería obtener más? El principio derivado de la economía participativa es que debemos percibir una remuneración acorde al esfuerzo y sacrificio realizados en nuestro trabajo. Cuanto más oneroso sea nuestro trabajo, mayor será la remuneración. Cuanto más intenso sea, mayor será la remuneración. Cuanto más tiempo trabajemos, mayor será la remuneración. Debemos desarrollar nuestro trabajo de forma socialmente responsable y, por lo tanto, no debemos obtener más en virtud del talento, del equipo o del trabajo que realicemos con sujetos más productivos.

Si atendiéramos a cómo sería la toma de decisión para un filósofo durante una entrevista, esta entrevista podría prolongarse durante cuatro semanas, convirtiéndola en algo totalmente incomprensible. En realidad, no creo que sea una cuestión tan complicada. Supongamos, desde un punto de vista económico, que trabajo en una oficina y que deseo colocar una fotografía de la persona con la que vivo en mi escritorio. ¿Quién debería tomar esta decisión? Si le preguntáramos a alguien su opinión al respecto, es muy probable que mostrara su indiferencia ante este problema, ya que no lo consideraría como tal. Manifestaría su consentimiento sin lugar a dudas. A lo que le contestaría: "¿Se refiere con ello a que debería tomar yo mismo esa decisión, del mismo modo que lo haría un dictador, y que nadie más podría alegar nada al respecto?". Probablemente, pensaría la respuesta durante un instante y contestaría afirmativamente: "¿Cómo Stalin?", a lo que respondería: "Sí, tomaría esa decisión". A continuación, proseguiría mi discurso diciendo: supongamos que decido colocar una boom box (término acuñado en los Estados Unidos para hacer alusión a una especie de reproductor musical portátil) en mi escritorio para reproducir música heavy metal a todo volumen. En este caso, su respuesta sería: "No, en ese caso no podría tomar esa decisión como lo haría un dictador". A lo que le respondería: "¿Quién más tendría que participar en esta decisión?". Y su respuesta sería: "La gente que escucha la música. La gente que vive en el barrio". A lo que alegaría: "¿Qué ocurriría entonces con la persona que se encuentra a dos manzanas de donde estoy y que no puede escuchar la música?". Y entonces me diría: "¿Y qué ocurriría con la persona que se encuentra justo a su lado?". A lo que tendría que responderle que lleva toda la razón.

Lo que hemos hecho en este caso es intentar desarrollar un principio. De forma implícita, un individuo debe desarrollar su propia opinión con respecto a las decisiones que se toman de modo proporcional al grado en que uno se ve afectado. Ésta es la clase de ideas por las que tenemos que luchar, de modo que podamos conseguir aquello que la democracia realmente desea lograr, es decir, la autogestión. No quiero decir con esto que todos tengamos que tener un voto, o que deba existir un 50 por ciento que nos permita decidir si puedo o no colocar una fotografía de mi esposa en el escritorio. Eso sería ridículo. No debería tratarse de un consenso, sino más bien de una decisión propia. Sin embargo, cuando se trata de reproducir música a elevado volumen en mi escritorio, el individuo que se ve afectado por mi decisión, debe manifestarse al respecto y adoptar una decisión que sea proporcional al grado en que se ve afectado. Ello implicaría inmediatamente el rechazo de mi propuesta, dado que sería lo correcto en este caso. Todo esto constituiría un principio. ¿Cuál sería la mejor forma de lograrlo? No existe un único método. En el caso de la toma de algunas decisiones, se precisa únicamente la presencia de una persona, de un voto o del 50 por ciento. En el caso de otras, sería preciso contar con las tres cuartas partes. Algunas decisiones supondrían un consenso. Otras, por el contrario, serían literalmente dictatoriales. Algunas decisiones serían adoptadas por un grupo pequeño en el contexto de un marco mucho más amplio que lo hubiera definido un grupo mucho mayor. Los métodos pueden ser muy diversos. Los métodos son precisamente eso, métodos o tácticas para conseguir el verdadero objetivo. El verdadero objetivo no sería el consenso o el 50 por ciento, tampoco sería cualquier algoritmo ni cualquier método, sería la autogestión.

Continuará...

Fuente:http://www.republicart.net/disc/aeas/albert01_es.htm

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