Por Hilda Landrove Torres
Leer las declaraciones del presidente Obama al recibir el Premio Nobel de la PAZ aclara muchas cosas; básicamente, más allá de determinadas estrategias políticas globales, nos confirma que vivimos en un mundo muy enfermo. La trascendencia de la postura expresada allí, no es desconocida para nadie. Significa básicamente que la muerte, la desgracia, el sufrimiento y la impotencia de los oprimidos, no tiene ni tendrá una salida.
Leer las declaraciones del presidente Obama al recibir el Premio Nobel de la PAZ aclara muchas cosas; básicamente, más allá de determinadas estrategias políticas globales, nos confirma que vivimos en un mundo muy enfermo. La trascendencia de la postura expresada allí, no es desconocida para nadie. Significa básicamente que la muerte, la desgracia, el sufrimiento y la impotencia de los oprimidos, no tiene ni tendrá una salida.
Justifica nuevamente Obama, con más inteligencia pero no con menos cinismo que sus predecesores, que la guerra que se hace contra un
pueblo para supuestamente liberarlo y abrirlo a la democracia es una guerra justa y que cualquier otra no lo es. Puesto que según su razonamiento EEUU lo merece y tiene el derecho, de esa forma garantiza también la seguridad y el modo de vida del pueblo más importante del planeta. Extraña manera de “cambiar el rumbo de la historia y llevarla por el camino de la justicia”.
Enviar 30.000 soldados a Afganistán 10 días antes de recibir el premio nobel de la paz ya lo decía todo realmente, hacía innecesario ningún discurso; pero al parecer todavía faltaba justificar la guerra como necesaria, y fundamentalmente había que volver a recordar que el único orden posible en un mundo cada vez más globalizado, es el orden que EEUU reconoce, distribuye y aplica, ahora además de sin ninguna reserva, con una explicación. Y eso, macabro detalle, pretendiendo pertenecer a un linaje de hombres como Martin Luther King y Gandhi.
Cito un fragmento del discurso: “Decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamado al cinismo; es reconocer la historia, las imperfecciones del hombre y los límites de la razón”. Si eso no es cinismo, entonces no se qué pudiera serlo.
Ahora solo nos falta que en la cumbre de Copenague, Obama explique racionalmente por qué el mundo desarrollado (EEUU a la cabeza) tiene derecho a consumir desaforadamente los recursos del planeta y disponer sin ningún escrúpulo de la existencia de aquellos que sostienen su estilo de vida.
¿Tan lejos hemos llegado en esta carrera autodestructiva que es necesario recordar que la vida es sagrada en sí misma y que si hubiera alguna guerra justa, solo sería aquella que los hombres hagan por recuperar su dignidad?
pueblo para supuestamente liberarlo y abrirlo a la democracia es una guerra justa y que cualquier otra no lo es. Puesto que según su razonamiento EEUU lo merece y tiene el derecho, de esa forma garantiza también la seguridad y el modo de vida del pueblo más importante del planeta. Extraña manera de “cambiar el rumbo de la historia y llevarla por el camino de la justicia”.
Enviar 30.000 soldados a Afganistán 10 días antes de recibir el premio nobel de la paz ya lo decía todo realmente, hacía innecesario ningún discurso; pero al parecer todavía faltaba justificar la guerra como necesaria, y fundamentalmente había que volver a recordar que el único orden posible en un mundo cada vez más globalizado, es el orden que EEUU reconoce, distribuye y aplica, ahora además de sin ninguna reserva, con una explicación. Y eso, macabro detalle, pretendiendo pertenecer a un linaje de hombres como Martin Luther King y Gandhi.
Cito un fragmento del discurso: “Decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamado al cinismo; es reconocer la historia, las imperfecciones del hombre y los límites de la razón”. Si eso no es cinismo, entonces no se qué pudiera serlo.
Ahora solo nos falta que en la cumbre de Copenague, Obama explique racionalmente por qué el mundo desarrollado (EEUU a la cabeza) tiene derecho a consumir desaforadamente los recursos del planeta y disponer sin ningún escrúpulo de la existencia de aquellos que sostienen su estilo de vida.
¿Tan lejos hemos llegado en esta carrera autodestructiva que es necesario recordar que la vida es sagrada en sí misma y que si hubiera alguna guerra justa, solo sería aquella que los hombres hagan por recuperar su dignidad?
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